Una vez lograda la firma del pacto europeo de migración y asilo, el vicepresidente de la Comisión Europea responsable del área, Margaritis Schinas, lo defiende sin fisuras. Lo hace en un español casi perfecto, pulido después de haber trabajado durante años con tres comisarios españoles (Marcelino Oreja, Abel Matutes y Loyola de Palacio, todos del Partido Popular). Schinas (Salónica, 61 años) conoce como pocos las cañerías del Ejecutivo europeo, del que llegó a ser portavoz durante la presidencia del luxemburgués Jean-Claude Juncker. Está convencido de que el acuerdo alcanzado este miércoles por el Consejo de la UE y el Parlamento traerá soluciones a la migración, el problema más divisivo de la UE en los últimos años.
Pregunta. El pacto se aleja bastante de lo que planteó la Comisión en 2020. ¿Cree que es un buen pacto?
Respuesta. No diría que se aleja bastante. El acuerdo refleja el centro de gravedad de las propuestas de la Comisión, esto es, que Europa necesita un sistema basado en el derecho comunitario para gestionar las migraciones y el asilo. Este sistema tiene que ofrecer la posibilidad de obtener asilo al que lo pide en Europa. Pero también tiene que dar la certeza de que aquel que no tiene derecho a estar bajo la protección de la UE debe volver a su país. El pacto ofrece por primera vez soluciones para todas las situaciones a las que se enfrenta Europa. Hasta ahora no teníamos una política europea de migración, teníamos cosas dispares, parches. Por primera vez en décadas, Europa tiene política migratoria.
P. ¿Por qué se ha tardado tanto?
R. La migración toca el núcleo duro de la soberanía nacional, que influye en los debates políticos y alimenta muchas tensiones y fricciones entre las fuerzas sociales y políticas. En Europa, en años, no hemos podido enfocar el tema migratorio de manera más objetiva y tranquila. Cada vez que se hablaba de migración en Europa, se hablaba en términos políticamente cargados, socialmente cargados. El pacto ofrece menos ideología y más soluciones.
P. ¿Quién carga el debate?
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R. Lo cargaban principalmente las fuerzas populistas y eurófobas a la izquierda y la derecha del espectro político europeo, a los que conviene un debate así. Con este discurso, ellos construían la narrativa política de que Europa es incapaz de solucionar los grandes temas de nuestros días, como la migración. También es verdad que, como los ciudadanos veían que no había solución europea, este discurso de odio y de división encontraba un terreno fértil.
R. ¿El resultado hubiera sido el mismo sin la pujanza de la ultraderecha?
R. Hemos aprendido de los errores del pasado. En los últimos 15 o 20 años hubo otros intentos de encontrar un marco europeo para la migración en los que Europa fracasó. Muchas de las propuestas anteriores eran demasiado perfectas, demasiado idealizadas, en lugar de buscar una zona de aterrizaje donde todo el mundo pudiera encontrarse. Con este pacto hemos construido un punto donde todos se pueden encontrar y ponerse de acuerdo. Como estamos a cinco o seis meses de las elecciones europeas, hubo una presión añadida para que Europa ofreciera soluciones. Claramente era un factor importante, como lo ha sido para el Pacto de Estabilidad.
P. El Gobierno de ultraderecha de Italia lo aplaude y en cambio hay críticas de la izquierda y las ONG, ¿de verdad cree que todos se pueden encontrar en el pacto?
R. Sí. Estoy muy orgulloso de ver que lo apoyan todos los gobiernos de la Unión Europea menos la Hungría de Orbán. Lo apoyan el Parlamento Europeo, los tres grandes partidos políticos europeos (el Partido Popular Europeo, los socialistas europeos y Renew, los liberales). ¿Quién está en contra? Le Pen, Melenchon, o sea, a quienes les conviene la narrativa de una Europa incapaz de solucionar. También están en contra unas ONG cuyas opiniones respeto, pero me gustaría que hubiesen tenido la misma reacción sobre la situación inadmisible que existía en Europa antes del pacto.
P. Estas ONG lo que critican es que se paga un precio muy alto por el pacto, que se recortan el derecho de asilo y las leyes internacionales. Hablan incluso del riesgo de que se creen una especie de campos de concentración, con toda la carga emocional que eso supone en la historia europea.
R. No comparto en absoluto este análisis. Estos riesgos los tenemos con el sistema actual, o mejor dicho, con el no sistema actual. Ahora tenemos gente atrapada en los centros durante meses; tenemos falta de seguridad jurídica, falta de instalaciones. El pacto corregirá muchas cosas. El que huya de la guerra o de la discriminación y pida asilo en Europa, tendrá este derecho garantizado. Habrá control de seguridad, de identificación y posibilidad de obtener asilo o no. Y esto será lo que determinará los pasos siguientes, que serán comunes entre los Veintisiete, no arbitrarios en cada país. Tendremos más ley, más certeza.
P. ¿No es un pacto desequilibrado, muy focalizado en la seguridad?
R. Su centro de gravedad es el equilibrio entre el derecho de asilo y la obligación de Europa de no aceptar a los que no tienen derecho de estar con nosotros. Esta es la regla de oro. ¿Esto es primar la seguridad? No lo veo. Desequilibrio hacia la seguridad sería a la australiana, o hacia los que no aceptan ningún tipo de asilo. No es nuestro caso. Europa es la Unión Europea, somos un destino de asilo y seguiremos siéndolo. Es parte de nuestro modo de vida europeo, de lo que nos define. Pero a la vez, los que no tienen derecho de protección en Europa tendrán que regresar.
P. ¿Y le parece que eso envía el mensaje adecuado desde un continente que envejece y necesita mano de obra?
R. Este es un debate importante, pero diferente a este de ahora. El pacto de migración y asilo es como organizar la casa europea de migración: condiciones de llegada y de asilo, procedimientos en las fronteras y solidaridad entre los Veintisiete. El tema de la inmigración legal y de organización de la movilidad es un tema aparte. Lo estamos haciendo, con esquemas que ofrecen puestos de trabajo en Europa en sectores donde hace falta mano de obra. Diría que esto tiene más opciones de éxito ahora que hay pacto.
P. El pacto recoge cuotas de reparto de solicitantes de asilo, como un mecanismo de solidaridad, algo que no ha funcionado en el pasado, o la alternativa de abonar 20.000 euros por cada demandante de protección no acogido. ¿Por qué va a funcionar ahora?
R. No son cuotas; no han funcionado en el pasado. Lo voy a explicar. No estamos en la lógica de 2015, donde había un millón de personas que venían. Tenemos intentos de entrada que requieren menos reubicaciones [de demandantes de asilo] y más dinero, más guardacostas y más guardias de fronteras. El pacto será una garantía colectiva para el que lo necesita. Será como un amortiguador de coche, reparte la presión según la situación que tenemos que tratar. Si hay necesidad de reubicaciones, veremos en qué número, y si algún Estado que dice no puede asumirlas, tendrá que hacer una contribución financiera. Pero no habrá ningún tipo de solidaridad a la carta.
P. ¿Orbán no se va a poder salir del pacto?
R. No porque cuando el pacto esté en vigor será parte de la legalidad institucional. Será obligatorio. Se puede estar en contra de una legislación comunitaria cuando se discute, pero cuando se aplica, se aplica a todos. Son las reglas del juego.
P. ¿Seguirá siendo la migración el elemento central de la campaña europea?
R. Espero que uno de los temas de la campaña europea de junio sea una lucha intelectual, una campaña política entre los que defendemos una Europa de soluciones y entre los que quieren convencer a la gente de que no se puede esperar nada bueno de Europa. Este será el campo de batalla: no será socioeconómico; no será de derecha a izquierda. Y me gustaría hacer campaña utilizando la migración como argumento de la Europa de las soluciones. No quiero escapar de ese debate y ahora me siento mucho más capacitado para tenerlo. Ahora tengo argumentos. En el otro lado, ¿qué van a hacer? Los que querían una Europa incapaz de solucionar, ¿van a seguir pidiendo soluciones? Ya la tenemos. ¿Van a atacar la solución? Que nos digan cuál es la alternativa. Hemos dado un paso gigante en desdramatizar la migración como problema existencial de los europeos.
P. ¿Y ahora qué?
R. El trabajo de la próxima Comisión será asegurarse de que el nuevo sistema se ejecuta como ha sido diseñado. Y esto quiere decir con toda la lógica europea, con las instalaciones adecuadas, con la financiación adecuada.
P. ¿La ley de amnistía es un asunto interno de España?
R. Todo el debate alrededor de la amnistía en España tiene que distinguir entre varias partes, y no todas son lo mismo. Primero es un acuerdo de legislatura, que es un acuerdo político. Luego hay una ley y, después, puede haber enmiendas o no. Hay cosas que son políticas, otras son legislativas. No son temas de mi competencia. Pero cada vez que me plantean la pregunta, la respuesta que me viene a la cabeza es que todos estos temas en Europa los hemos solucionado desde la época de Montesquieu, cuando hizo la distinción entre los poderes del Estado y los que le tocan a cada uno. No debemos reinventar a Montesquieu, tenemos que respetarlo en el ámbito europeo de separación de poderes y de cómo esto se garantiza en el orden constitucional nacional y europeo.
P. ¿Se está respetando en España?
R. Hay un procedimiento que está en curso, un proceso de preguntas y respuestas que determinará la respuesta final.
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