Robert Fico o las imprevisibles consecuencias de los magnicidios en Europa | Internacional

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Muchos horrores del siglo XX empezaron con un magnicidio que tuvo muchas posibilidades de no ocurrir. El asesinato del archiduque Francisco Fernando, junto a su esposa, Sofía, en Sarajevo, el 28 de junio de 1914, que acabaría por desencadenar la Primera Guerra Mundial, se produjo después de un cúmulo enorme de casualidades. El escritor bosnio residente en Francia Velibor Colic, autor de una novela sobre el magnicidio, Sarajevo Omnibus, describió el crimen como un “caótico vodevil”. ¿Hubiera cambiado la historia si no llega a producirse? Tal vez. El historiador Christopher Clark sostuvo que, si Gavrilo Princip, el autor del magnicidio, llega a fallar, Francisco Fernando, que no era un belicista, habría tratado de evitar la guerra.

Clark acuñó el concepto de “sonámbulos” —título de su libro más famoso— para describir la forma en que las grandes potencias se encaminaron hacia el desastre del que surgieron todos los desastres: sin la I Guerra Mundial no se explica el nacimiento del nazismo, ni la II Guerra Mundial, ni seguramente la Revolución rusa y, por lo tanto, el estalinismo. Sin ser totalmente conscientes de que sus actos iban a encaminar al mundo a la destrucción, los líderes europeos avanzaron con firmeza hacia el abismo. Cuando se dieron cuenta del mecanismo que habían puesto en marcha, era demasiado tarde para pararlo.

Muchos analistas se preguntan si estamos viviendo en Europa una nueva era de sonámbulos, uno de los motivos por los que el extraordinario libro de Clark tuvo tanta repercusión. Y el intento de asesinato, este miércoles, del primer ministro de Eslovaquia, el populista Robert Fico, resulta especialmente chocante porque se produce en un momento en el que muchos europeos piensan que cualquier cosa —incluso una guerra a gran escala con Rusia— es posible. Ningún magnicidio es inocuo, especialmente en lugares donde la historia es tan densa como Europa central. Y mucho menos en un momento tan volátil como el actual.

Sangre y flores en el lugar de Estocolmo donde fue asesinado Olof Palme, el 28 de febrero de 1986.
Sangre y flores en el lugar de Estocolmo donde fue asesinado Olof Palme, el 28 de febrero de 1986.Bjorn Elgstrand/TT (TT NEWS AGENCY / Cordon Press)

Los datos en torno al intento de asesinato de Fico, que se encuentra en estado crítico, son escasos. El miércoles por la tarde las autoridades eslovacas apuntaron a que el crimen tenía motivaciones políticas. Fico es un político complicado: aliado del húngaro Viktor Orbán, más cerca de Rusia que de Ucrania, sus puntos de vista rara vez coinciden con los del resto de los dirigentes de la UE, que han condenado sin fisuras el crimen. Demasiados nudos políticos complejos confluyen en su figura como para que se produzca una limpia resolución del crimen, aunque una persona ya ha sido detenida.

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La policía tardó 34 años en resolver el asesinato del primer ministro sueco Olof Palme, abatido en Estocolmo en 1986 a los 56 años: en 2020, le encalomó el crimen a un tipo que llevaba 20 años muerto. En la figura de Palme, uno de los fundadores de la socialdemocracia europea y uno de los símbolos máximos de la honestidad en política, convergían también todas las corrientes y conspiraciones de su época —aunque en un signo totalmente contrario al de Fico—. En la Europa de la guerra de Ucrania, con las redes rusas campando a sus anchas por el continente, un nuevo magnicidio produce algo más que inquietud. Es un indicio más de que vivimos tiempos, desgraciadamente, interesantes.

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By Silverio Guevara Luján

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