JAMA: Las apps para tratar la depresión reducen la gravedad de la enfermedad, según un estudio | Salud y bienestar

El uso de los dispositivos móviles y la tecnología se extiende a todos los ámbitos de la vida y la salud mental no podía quedar fuera. Igual que hay aplicaciones que ayudan a controlar enfermedades como la hipertensión o la diabetes, existen las que ayudan a lidiar con la depresión y sus síntomas. Un metaanálisis publicado en la revista JAMA Network Open ha encontrado “reducciones significativas de la gravedad” en pacientes con esta enfermedad, que habían utilizado 16 de ellas. Los investigadores, de la Universidad de Seúl (Corea del Sur), creen que estas apps pueden suponer una mejora en el abordaje del trastorno depresivo.

Las funciones de estas aplicaciones son evaluar el estado de ánimo de los pacientes mediante un test y lanzarles pautas y mensajes para ayudarles a mejorar sus síntomas (como la negatividad, la apatía o la desmotivación…), cuenta Luis Gutiérrez, vocal de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (SEPSM). Además, algunas apps también cuentan con herramientas que permiten realizar teleconsultas con el terapeuta, añade Carme Carrión, investigadora principal del grupo eHealth Lab de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).

Los autores afirman que este tipo de aplicaciones ofrecen más libertad, con respecto al tiempo y a los desplazamientos de los pacientes. Sin embargo, también abogan por la necesidad de desarrollar más y perfeccionar estos tratamientos basados en dispositivos móviles, para “adaptarlos a poblaciones socialmente desfavorecidas”.

El 3,8% de la población mundial (unos 280 millones de personas) sufre depresión, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). En los países de ingresos bajos y medianos, más del 75% no recibe ningún tratamiento, a pesar de que existen numerosas terapias eficaces. Los autores del trabajo atribuyen este hecho al alto coste de las terapias, al miedo a la estigmatización y a la falta de conciencia sobre la efectividad del tratamiento, entre otros.

Las intervenciones analizadas duraron entre tres y 24 semanas e incluyeron tanto a personas que seguían un tratamiento como a otras que no. Tras el estudio, los autores del trabajo concluyeron que, para que el tratamiento contra la depresión vía móvil tuviera la mayor efectividad posible, no debía prolongarse más de ocho semanas. Además, así también se reducían “las cargas financieras y psicológicas” del paciente, añade el texto. También observaron que la gravedad se reducía más en quienes no seguían otro tratamiento para la depresión. Gutiérrez cree que se necesita más tiempo, “al menos nueve meses o un año, para ver que el paciente se recupere del todo”.

Es fácil notar la mejoría de los síntomas depresivos en ocho semanas si una persona tiene una depresión moderada y severa, afirma el psiquiatra. “Si estoy muy deprimido, con poco que haga enseguida mejorarán los síntomas”, añade Gutiérrez. Aunque lo verdaderamente interesante para él sería seguir a los pacientes a largo plazo, “para prevenir recaídas y asegurar que la mejora inicial se mantiene en el tiempo”.

No valen para sustituir a psicólogos

Carme Carrión y Luis Gutiérrez manifiestan que este tipo de aplicaciones nunca podrá sustituir a los terapeutas. La app aporta valor, pero lo realmente importante es “cómo se diseña el proceso terapéutico y se incluye esta herramienta para que sea efectiva”, añade la investigadora de la UOC. El vocal de la SEPSM destaca su capacidad como complemento cuando el paciente no ve a su psiquiatra o psicólogo: “Estas aplicaciones pueden darte, diariamente, una pauta o una recomendación”.

Miguel Ángel López, psicólogo clínico en el hospital de Jaén y miembro del comité de dirección de la Sociedad Española de Psicología Clínica y de la Salud (SEPCyS), explica que el abordaje terapéutico para la depresión es multidisciplinar y personalizado para cada paciente. Este especialista duda de la eficacia de las apps para curar la depresión, como dice la investigación de la Universidad de Seúl, y considera que la idea de que una depresión pueda “abordarse y curarse entrando a una aplicación” puede resultar confusa y frustrante para los pacientes.

Esta investigación es un análisis de 13 estudios que evaluaron 16 apps y un total de 1.470 participantes entre los 20 y los 40 años. Gutiérrez (de la SEPSM) y López (de la SEPCyS) coinciden en que la muestra es muy pequeña y homogénea como para poder generalizar los resultados a toda la población, algo que reconocen también los autores en el propio texto. Un estudio de la UOC publicado el pasado septiembre en JMR Publications, en el que participó Carrión, concluyó que las intervenciones híbridas que combinaban el uso de estas aplicaciones y la terapia tradicional eran más eficaces. Según sus autores, esta modalidad puede resultar más económica para el paciente y ampliar la capacidad de los terapeutas para tratar a más personas.

Confiar en una app para hacer terapia

La investigadora de la UOC considera que una aplicación móvil adecuada para tratar la depresión debe estar basada en evidencias científicas, tener profesionales de la salud tras su desarrollo y especificar muy bien todo lo que tenga que ver con el uso de los datos del paciente. Además, sería interesante que existiera una app que se pudiera integrar con los sistemas de información del sistema de salud público. Así, los datos se volcarían directamente a la historia clínica del paciente, subraya Carrión.

Este tipo de aplicaciones no existen solo para el tratamiento de la depresión, sino que también existen algunas para el trastorno bipolar y la esquizofrenia, indica Gutiérrez, vocal de la SEPSM. Una forma de distinguir una aplicación eficaz y con evidencia de otra que no la tenga es saber si consta con el distintivo de una institución sanitaria. Por ejemplo, la Agencia de Calidad Sanitaria andaluza cuenta con el sello de app saludable y Cataluña dispone de AppSalut, un catálogo con aplicaciones acreditadas y seguras para utilizarlas en terapia. En EE UU, la Asociación Americana de Psicología (APA, por sus siglas en inglés) ha desarrollado un modelo para evaluarlas en cinco niveles, teniendo en cuenta cuestiones como el tratamiento de datos, la usabilidad o si existen ensayos clínicos que prueben su eficacia.

Estudios como este dejan claro que la transformación del sistema sanitario no pasa solo por tener más personas trabajando. Todo debe ser más eficiente, y eso incluye el uso de estas herramientas, que acompañan en tiempo real a las personas entre visita y visita a su terapeuta, según Carme Carrión. La investigadora de la UOC hace hincapié en la importancia de invertir en salud mental: “No solo hablamos de muchas personas nuevas en el sistema de salud, sino que hablamos de herramientas que puedan ayudar a estas personas”, concluye Carrión.

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By Silverio Guevara Luján

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