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El Consejo de Seguridad de Armenia notificó a Rusia el pasado 6 de marzo que sus guardias fronterizos, dependientes del Servicio Federal de Seguridad ruso (FSB), debían abandonar el aeropuerto internacional de Ereván, donde han ejercido funciones auxiliares desde hace más de tres décadas. La medida se une a otras tomadas en los últimos meses por el Gobierno de Armenia que han enfadado a Moscú, como la ratificación del Estatuto de Roma —que reconoce la jurisdicción del Tribunal Penal Internacional y, por tanto, obligaría a arrestar al presidente ruso, Vladímir Putin, en caso de pisar territorio armenio— o la decisión de “congelar de facto” su participación en la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), conocida como la “OTAN rusa” mientras se valora, según el primer ministro armenio, Nikol Pashinián, si abandonar permanentemente la organización. Todas estas decisiones sitúan al pequeño país caucásico en una línea divergente a la del Kremlin y forman parte de una política del actual Gobierno por “diversificar” sus alianzas, reducir su tradicional dependencia de Rusia y acercarse a Occidente. Pero suponen, también, una apuesta tremendamente arriesgada.
“Lamentamos que los dirigentes armenios parecen haber tomado la decisión de deteriorar de forma consistente las relaciones con la Federación Rusa”, criticó el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, durante el Foro Diplomático de Antalya (Turquía) celebrado el primer fin de semana de marzo.
Cuando Pashinián llegó al poder en 2018 a hombros de una revuelta popular contra el viejo y corrupto establishment que llevaba décadas gobernando el país, tuvo mucho cuidado en no enfadar al Kremlin. Al contrario de lo que había sucedido en otras revueltas del antiguo espacio soviético, en las plazas armenias no se enarbolaron banderas de la UE ni de EE UU. La revuelta, subrayaba entonces un colaborador del líder político, “no tuvo un aspecto geopolítico”. El propio Pashinián se encargó de subrayar la importancia de las relaciones con Rusia mediante numerosas visitas y conversaciones telefónicas con Putin.
Pero la relación se ha enfriado en los últimos años. El Gobierno de Armenia considera que Rusia, su valedor militar y socio de la OTSC, la ha abandonado ante los ataques de Azerbaiyán (que no pertenece a la organización militar liderada por Moscú) en su territorio, y ha incumplido su cometido de proteger a los armenios del Nagorno Karabaj, dejando vía libre a su limpieza étnica.
”Por el momento no está claro que pasará con las relaciones armenio-rusas, si se trata de un cambio de paradigma o si, tras cierta tensión, las cosas volverán a su cauce”, explica Benjamin Poghosián, analista del Instituto de Investigación sobre Política Aplicada (APRI) de Ereván. Es cierto que la decisión de retirar a los guardas adscritos al FSB del aeropuerto de la capital armenia es meramente simbólica porque apenas eran unos pocos en un servicio —el control de pasaportes— que ejercen mayormente funcionarios armenios. Diferente sería, sostiene Poghosián, en caso de que se tomase una decisión similar sobre el acuerdo de 1992 según el cual los guardas rusos custodian las fronteras armenias con Turquía e Irán —es un contingente de oficiales rusos en el que también sirven soldados armenios— o el de 1995 que regula la base militar rusa de Gyumri (noroeste de Armenia), con capacidad para entre 2.000 y 3.000 soldados rusos. El jefe de la diplomacia armenia, Ararat Mirzoyán, clarificó que la decisión se refiere “únicamente al aeropuerto” y se debe a que Armenia tiene la capacidad para ofrecer esos servicios “de forma independiente”.
Pasos hacia Bruselas
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En los últimos dos años Ereván ha dado pasos en dirección a Bruselas. Ha firmado varios acuerdos de cooperación con la Unión Europea, aprobó el despliegue de una misión de observación europea en su frontera con Azerbaiyán (lo que ha sentado mal en Moscú y Bakú) y a inicios de mes varios dirigentes armenios aseguraron que su país está valorando solicitar la adhesión al bloque comunitario. Este mismo mes, el Parlamento Europeo votó abrumadoramente a favor de que la UE estreche relaciones con Armenia y de que, eventualmente, se inicien negociaciones de adhesión.
Además, Ereván ha aprobado la compra de armas a Francia (también a la India) y ha firmado un acuerdo de cooperación y formación militar con Grecia. “La adquisición de material militar a Rusia ha caído de [suponer el] 96 % a menos del 10%. Esto significa que Armenia está poniendo en marcha una política de diversificación que requiere socios no solo en Occidente, sino también en Asia y en otros lugares. Se están produciendo grandes cambios. Armenia está diversificando su economía y seguridad”, subrayó el secretario del Consejo de Seguridad armenio, Armen Grigorián.
“No les podemos prohibir que hagan declaraciones o anuncios sobre el futuro de nuestros lazos”, afirmó el titular de Exteriores ruso, pero advirtió de que su país “reconsiderará” el futuro de las relaciones con Armenia si sigue escorándose hacia Occidente. La portavoz del Ministerio, Maria Zajarova, también advirtió de que estas acciones pueden crear “un daño irreparable” a las relaciones entre ambos países y suponen “un serio riego” para la soberanía armenia. Un enfado del Kremlin podría suponer desde represalias económicas —el año pasado se prohibió temporalmente la importación de ciertos productos armenios— a dar luz verde a una nueva ofensiva de Azerbaiyán, un temor constante entre la sociedad armenia. De hecho, parece haber mejor sintonía entre Moscú y Bakú, pese a que Azerbaiyán sea un suministrador de hidrocarburos clave para la UE.
”Armenia está llevando a cabo una política arriesgada, ya que aún no ha firmado un tratado de paz con Azerbaiyán, no tiene relaciones normales con Turquía [ambos países mantienen cerradas sus fronteras con Armenia, al este y al oeste] y quiere distanciarse de Rusia sin ningún aliado que lo sustituya”, opina Oleg Ignatov, analista del International Crisis Group. “Creo que Pashinián está sobrevalorando la voluntad de Occidente de proteger y ayudar a Armenia”, añade.
No en vano, varias fuentes diplomáticas consultadas, descartan cualquier tipo de apoyo militar europeo y ven muy lejana la posibilidad de la apertura de negociaciones de adhesión la UE, una medida de apoyo político que sí se ha otorgado a otros países como Ucrania, Moldavia o la vecina Georgia. “En caso de agresión azerbaiyana, el único país dispuesto a defender militarmente a Armenia es Irán. El problema es que si Armenia se escora demasiado a Occidente, eso alienará también a Irán”, apunta Poghosián. Ignatov concuerda en que todas las potencias regionales —Rusia, Turquía, Irán y Azerbaiyán— se oponen a que Armenia invite a poderes de fuera de la zona a tener una mayor presencia en el Cáucaso.
La dependencia no es solamente militar. El año pasado, el comercio entre Armenia y Rusia alcanzó una cifra récord. Se debe tanto a la inmigración de decenas de miles de rusos que han escapado de la movilización bélica y se han instalado en Ereván como a que Armenia se ha convertido en uno de los países clave para burlar las sanciones occidentales mediante la reexportación a Rusia de productos sancionados. Moscú, por tanto, no puede tomar represalias contra Ereván sin dañarse a sí mismo, pero en caso de hacerlo sería un golpe durísimo para la economía de un país pobre como Armenia, más en un momento en que lucha por integrar a los más de 100.000 refugiados de Nagorno Karabaj (equivalente al 4% de la población de Armenia) que sobreviven gracias a la ayuda internacional de la ONU y la UE y cuya financiación debe renegociarse en los próximos meses.
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